Aunque Photoshop no es un videojuego, creo que este consejo sigue siendo válido hoy en día, pues nunca sabes cuándo puede petar un programa – de hecho, un simple apagón puede ser suficiente para causarte serios problemas si no tienes un SAI. Por eso suelo tener bastante presente esta máxima, pero aun así, alguna vez bajo la guardia con la tercera parte de esta «regla de oro«, y aunque la mayoría de veces no pasa nada, hace ahora un año más o menos, sufrí una pequeña catástrofe que habría sido evitable. En esta entrada os relataré esa desventura, en parte como advertencia, pero más que nada, porque la tenía escrita hace la tira y como llevo días sin poner nada, al menos me servirá para disimular un poco. Antes de adentrarnos en la anécdota del recorte maldito, repasaremos los tres principios que acabo de nombrar y su justificación.
Guardar pronto
Aunque llevemos pocos minutos con un documento, es recomendable no tardar mucho en hacer el primer guardado si la cosa está avanzando. Es algo que solemos obviar ya que tenemos la engañosa sensación de estar «a salvo» porque acabamos de empezar, pero precisamente por eso, vamos más lanzados y hacemos bastantes cosas durante estos primeros compases de la edición, de modo que si el programa falla tempranamente, tal vez no perdamos la obra de nuestra vida, pero será un fastidio repetir un montón de pequeños pasos. Tampoco se trata de guardar por guardar, porque luego termina uno con tropecientos archivos de experimentos o pruebas, y eso tampoco mola. Pero en cuanto sea evidente que lo que tenemos en pantalla ya es algo que ha supuesto algún esfuerzo, mejor guardar, ni que sea para que, a partir de ahí, ya tengas en mente la idea de ir actualizando ese archivo con los nuevos cambios que hagas. Lo cual nos lleva al punto número 2…
Guardar a menudo
Evidentemente, no basta con guardar una vez – cada cierto tiempo hay que volver a guardar para que el archivo refleje los cambios efectuados. Hasta Photoshop CS5, esto era un incordio, ya que no podíamos seguir trabajando hasta que Photoshop hubiese concluido con las operaciones de guardado, que podían llegar a ser desesperantemente lentas si el archivo era grande y lo guardábamos en PSD o TIFF con compresión. De hecho, hasta hace unos años, ni siquiera se podía deshabilitar la compresión de los PSD, con lo que trabajar con TIFF y desactivar la compresión era la única forma de ahorrarse algo de tiempo (ya que la compresión solía tardar más que la escritura en disco en sí). Pero incluso así, tardaba, y mucho más con discos antiguos, lo cual nos dejaba bloqueados (y te cortaba la creatividad) hasta que el guardado se completaba. Esto desincentivaba las operaciones de guardado y, por tanto, fomentaba las catástrofes. Afortunadamente, desde Photoshop CS6 el programa permite guardar en segundo plano, es decir, podemos seguir trabajando mientras el documento se guarda. Esto fue una mejora sensacional.
Por otro lado, actualmente Photoshop también dispone de guardado de recuperación automático en intervalos de 5 minutos a 1 hora, con lo que incluso si olvidamos guardar y falla algo, no todo estará perdido – cuando volvamos a abrir el programa, Photoshop detectará que había algo a medias y nos permitirá recuperar la última versión auto-guardada. Por tanto, estos dos primeros principios de guardar pronto y a menudo no son hoy en día tan críticos como antes, pero aun así, no dejan de ser una medida de emergencia o último recurso, y por más que puede salvarnos, no conviene confiarse ya que, por un lado, no controlamos el momento en el que se crea el archivo, solo el intervalo. Y, por otro, . Es más un apoyo que un sustituto para «guardar pronto y guardar a menudo». Tanto es así que, de hecho, el guardado de recuperación no guarda el archivo sino que crea otro paralelo, ya que para sustituir al original habría que sobrescribirlo y esto en sí mismo puede ser la mayor de las catástrofes, como pronto veremos.
No sobrescribir el mismo archivo en ediciones largas
Esta recomendación es la menos evidente de todas y, a la vez, la razón de ser de esta entrada: consiste en cambiar cada cierto tiempo el nombre del archivo, o sea, hacer «Guardar como…» (para que nos pida otro nombre de archivo) en vez de «Guardar» (que simplemente sobrescribe el archivo actual). ¿Qué sentido tiene ir acumulando versiones de un mismo archivo? Si vamos a dedicarle poco rato a la edición, no mucho. Pero si vamos a echarle horas o días al asunto, puede acabar siendo todo un seguro de vida e incluso aportarnos más garantías contra el desastre que una copia de seguridad.
El motivo es el siguiente: imaginad que en un momento dado, hacéis algún cambio importante, por ejemplo fusionar todas las capas en una, cambiar el modo de color / bits del documento o redimensionarlo. Es típico hacer algo así de forma momentánea para comprobar el efecto de un filtro de forma más rápida, o para llevar a cabo algún experimento, y luego volver al estado previo, aunque también puede que hagamos algo de esto por error y que no nos demos cuenta hasta más adelante. ¿Qué pasa si a continuación le damos a «Guardar«? Pues que el documento se guardará con el mismo nombre y, por tanto, sobrescribirá la versión anterior, que contenía toda la información. Lo más posible es que nos demos cuenta cuando ya sea demasiado tarde para volver atrás.
No obstante, si hemos tomado la precaución de ir cambiando el nombre de archivo de vez en cuando (típicamente añadiendo un número que iremos incrementando), siempre tendremos una especie de «versión previa» a la que regresar; evidentemente, si nos vemos en esta situación, habremos perdido parte de nuestro trabajo, pero al menos el cambio de nombre habrá actuado de «cortafuegos» limitando el alcance de la pifia, y evitando por tanto que tengamos que empezar de cero.
El recorte maldito (basado en hechos reales)
Yo tengo muy claro todo lo anterior y lo aplico siempre… salvo cuando me confío. Eso es lo que me pasó hace ahora un año más o menos, así que quiero contar esta experiencia para que veáis hasta qué punto el desastre anda siempre al acecho, esperando cualquier descuido para saltarnos a la yugular. Evidentemente, la siguiente historia la cuento más como anécdota o curiosidad que otra cosa, no es que sea ningún hecho trascendental ni tenga mucha más enseñanza que extraer que lo que ya he dicho más arriba.
Pues bien, resulta que estaba restaurando una foto antigua por encargo de otra persona, y todo el trabajo se desarrollaba en 3 capas. Era un trabajo rutinario, pero muy lento y laborioso, que consistía en ir pintando y clonando con cuidado para reparar las partes dañadas de la foto. Aunque se trataba de una edición larga, era todo muy simple como acabo de explicar, y no tenía la percepción de que pudiera necesitar volver a una versión previa, así que todo el rato estuve sobrescribiendo el mismo archivo. Cuando ya llevaba algo más de 3 horas, di por terminada la parte principal de la «reparación», y decidí pasar a otra fase en la que iba a redibujar el borde de la foto, pero antes quise aplicar un pequeño recorte, ya que la imagen estaba escaneada y sobraba bastante lienzo por un lado.
Si a continuación elijo la herramienta Recortar y hago clic en la imagen (o empiezo a arrastrar los tiradores), la paleta capas cambiará:
Una vez aceptado el recorte, desaparecerá la capa temporal «Crop preview» y volverán a aparecer las capas tal como estaban antes.
Pues bien, elegí esta herramienta e hice clic en la imagen… pero, extrañamente, no podía mover los tiradores de recorte. Mi olfato Photoshopero me hizo intuir un desastre inminente, así que pulsé «Ctrl+S» de forma instintiva y con cierto canguelo. Qué ironía: sin saberlo, acababa de firmar mi propia condena de muerte, como pronto veremos. Luego cambié de ventana para ver si el programa reaccionaba, y al volver a mostrar la pantalla de Photoshop, todo seguía igual… salvo mi imagen, que había desaparecido. En su lugar se veía la típica cuadrícula de transparencia, y en la paleta de capas solo se mostraba la capa «Crop preview«, indicando que estaba a medio recorte, pero sin poder anularlo ni aceptarlo. Un escalofrío me recorrió el cuerpo. Extrañamente, los menús sí funcionaban – era evidente que a Photoshop le había dado un telele, así que tras asegurarme de que había guardado, cerré el programa con normalidad y lo volví a abrir. Me creí muy astuto por haber guardado rápidamente, pero cuando abrí el documento en el que estaba trabajando…
… me encontré con un documento con una única capa, totalmente vacía, con el nombre «Crop preview«. Pero no porque tuviera la herramienta activa – simplemente el nombre temporal se había convertido en el nombre permanente de la capa, y todo mi trabajo había sido fulminado. ¡Todo! ¡Es que no había quedado ni un puñetero píxel, ni que fuera de recuerdo! Las 3 capas estaban ahora fusionadas en una única capa vacía. Más de tres horas dejándome la vista en la pantalla y el pulso en la tableta gráfica, para nada.
Evidentemente fue un fallo bastante raruno, pero estas cosas pasan. Si hubiera ido guardando versiones del archivo con un nombre distinto, ni que fuese uno cada hora, habría recuperado algo, pero al ser un trabajo tan simple (laborioso, pero basado en muy pocas capas), no lo hice, y al pulsar Ctrl+S, machaqué mi archivo original, sobrescribiéndolo con la versión defectuosa.
También hay que decir que, dentro de todo, la pérdida fue «solo» un fastidio. Tres horas no es nada comparado con perder días o semanas de trabajo, y además, no era un trabajo urgente. Más tiempo pierdo a la semana con actividades improductivas como jugar al Candy Crush o ver vídeos de gatitos en YouTube. Pero quieras que no, fastidia un montón. Afortunadamente, como que ya tengo cierta experiencia en el tema, apliqué rápidamente medidas de contención del drama: relativizar («no es para tanto«), aceptar («ya pasó, sigamos adelante«) y positivizar («ahora, cuando lo repita, iré más rápido y lo haré mejor«).
[adinserter block=»4»]Conclusiones
Siempre he pensado que queda muy serio y riguroso esto de terminar las entradas con un apartado de conclusiones o algo parecido. Y, de hecho, a veces sí que viene al caso, pero en otras ocasiones, como esta, es más por una cuestión de ir bajando el ritmo antes de la despedida que por otra cosa. Porque queda raro, en un caso como este, llegar al clímax de la historia, contar el desenlace y poner punto final así, de golpe. Pero es lo que hay: ya está todo dicho. Es más, demasiado larga ha sido la entrada para algo tan simple como esto, aunque por otro lado, no hay nada como compartir alguna experiencia personal para que la gente te tome más en serio.
Estoy seguro de que muchos de los que leen esto ya conocen de sobra los riesgos de sobrescribir archivos, pero habrá afortunados que todavía no hayan tenido ningún susto con este tema. Es a ellos a quienes me dirijo antes de despedirme: si os gusta vivir al límite, seguid sobrescribiendo. Antes o después recibiréis vuestro merecido, malditos. Pero si no os la queréis jugar más de lo necesario, la próxima vez que llevéis un montón de horas con el mismo archivo, usad alguna vez la opción «Guardar como…» para guardar con un nombre distinto. A veces el desastre es casi inevitable (en mi caso, solo llevaba 3 horas y un fallo de este tipo es muy raro), pero si nos pilla, al menos que no perdamos tantísimo trabajo.
Comments
Gracias por compartir tus experiencias y talentos te deseo un gran día Carlos O.
PPcru: Muy amable por estar siempre tan pendiente, saludos.
Gracias Carlos. Es una ventaja el tenerte por aquí, siempre con temas interesantes. La versiones ¿cómo las nombrarías?. Gracias de nuevo. Saludos.
Rosendo: Gracias. Sobre la pregunta, cualquier cosa vale, supongo que lo más fácil es ir añadiendo algo tipo «v2» (versión 2), y seguir v3, v4… etc. Un saludo.
Gracias por compartir. Una de las cosas que he hecho siempre es ir sobrescribiendo los archivos como dices, pero desde ahora te hago caso de inmediato pues es verdad que te puede pasar eso. Al loro que es una mona. Un saludo
Fernando: Bueno, a mí también me ha pasado porque lo típico es que uno no sabe de antemano si se alargará mucho la edición, cuesta «cobrar conciencia» de que puede pasar. Un saludo y gracias por seguir ahí 🙂
tal cual, si me habrá pasado esto un montón de veces, aún sabiendo que hay que guardar frecuentemente, pero pero a uno se le vá esto y termina como vos dices, muy bueno que lo expongas así moveré un poco más mis neuronas, prometo que a desde ahora voy a seguir tus apreciaciones, un fuerte abrazo, chau
Hola Carlos !! Muchas gracias por compartir el tip, si que he vivido estas cosas y aun no aprendo, espero ahora tenerlo mas presente….Saludos!!
Es verdad tienes toda la razón, una medida de seguridad para no empezar todo desde cero ante un desastre photoshotnuclear. Tengo que coger esa buena costumbre como ponerse el cinturón al coger el coche… Gracias por tus experiencias y consejos amenos. saludos
Muchas gracias por compartir sus experiencias maestro
Saludos!
Llevo 2 días para comentar… (Esto de instalar ordenador nuevo también tiene sus pegas, jeje)
Y quería darte toda la razón.
El caso es que yo suelo pecar de lo contrario, y como muy bien dices: «luego termina uno con tropecientos archivos de experimentos o pruebas, y eso tampoco mola».
Aún así también tendría un par de batallitas que contar, por lo que el cabreo (a pesar de tantas precauciones) termina siendo el doble.
Conclusión: Lo que tiene que pasar, pasa.
xD